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cara triste

Uno de los entrenamientos básicos del psicólogo está en el desarrollo de la Inteligencia Emocional. Dentro de esto destaca la empatía, es decir, trabajar la capacidad de comprender los sentimientos y las preocupaciones de los demás asumiendo su perspectiva, dándose cuenta de las diferentes modalidades en las que las personas sienten los sucesos de sus vidas (Goleman 1995).

A pesar de esto uno de los principales mitos que actualmente giran en torno a la psicoterapia, en especial en los casos que cursan con ansiedad elevada, es que el profesional puede ser incapaz de comprender qué es lo que le está pasando a su paciente si previamente no lo ha experimentado en su propia piel, esto se resume en una frase tipo “no puedes entender por lo que estoy pasando”.

Resulta perfectamente normal que cuando una persona se encuentra sorpresivamente ante sensaciones tan sorprendentes e inauditas como sentir una y otra vez que va a morir de un infarto sin causa aparente, volverse loco, o la posibilidad de desmayo (son ejemplos de lo que se puede llegar a pensar ante un trastorno de pánico) sin conclusión ni causa aparente resulta lógico preocuparse y buscar su explicación en una causa orgánica, generalmente de gravedad tal como la posibilidad de un accidente cardiovascular.

Sin embargo una vez descartada la posibilidad de que la sintomatología tenga una causa orgánica puede resultar extremadamente chocante, e incluso en ocasiones ofensivo escuchar eso de “lo suyo es psicológico” o “usted no tiene nada” ya que todavía sigue presente en nuestra sociedad un estigma de debilidad o locura situado sobre la petición de asistencia psicológica, a pesar de los grandes avances de normalización, información y concienciación que han tenido lugar en los últimos años.

También existe todavía desconocimiento y falta de información respecto al tratamiento, por ejemplo la terapia cognitivo conductual y no la psicofarmacología son el tratamiento más eficaz para todos los trastornos de ansiedad, tanto a corto como a largo plazo, y en el caso de que los psicofármacos sean necesarios (que a veces ayudan y no hay porqué rechazar su uso a priori) se recomienda siempre combinar su uso con la terapia psicológica. (Burns 2006).

 

La medicación contra la ansiedad y sus efectos secundarios

Se preguntarán ¿por qué es necesario hacer terapia si con el recurso a las benzodiacepinas me libero de la ansiedad? Básicamente por dos puntos importantes:

● El uso de ansiolíticos benzodiacepínicos (orfidal etc) crea tolerancia y dependencia, con lo cual progresivamente usted tendrá que aumentar la dosis o disminuir la frecuencia entre las tomas para poder conseguir el efecto ansiolítico deseado, afrontando naturalmente todos los efectos secundarios y tendrá que hacerlo de por vida.

● La psicofarmacología en última instancia aunque a corto plazo puede suponer un alivio es incapaz de aportar o de enseñar nada excepto un ciclo de consumo repetido, un tratamiento Psicológico sin embargo puede aportarle lo que la psicofarmacología nunca sera capaz de dar, por ejemplo esa asertividad que necesita para enfrentarse a situaciones sociales complicadas, puede cambiar su filtro perceptivo para que sea capaz de disfrutar de la vida sin distorsiones cognitivas que antes disparaban su ansiedad, o bien puede sacarle del ciclo de inactividad-rumiación propio de la Depresión y enseñarle cómo no recaer en él; además ganará el mantenimiento en el tiempo de los cambios terapéuticos, y disminuirá la probabilidad de recaídas futuras junto con el beneficio añadido de la ausencia de efectos secundarios (DeRubeis et al., 2005, Hollon et al., 2005) de los psicofarmacos; La implementación de tratamientos psicológicos para los pacientes con depresión y ansiedad supone, además, un importante ahorro económico respecto al gasto farmacéutico y sanitario público.

 

El efecto placebo de los antidepresivos

A pesar de ello una gran parte de nuestra sociedad sigue convencida erróneamente de que trastornos tales como la depresión son meramente el fruto de un desequilibrio neuroquímico, pues bien la eficacia de los antidepresivos (o de los placebos) no se debe a un efecto de su mecanismo de acción sobre el nivel de serotonina, sino al efecto que causa la expectativa que tiene el paciente de mejorar cuando asume que está bajo un tratamiento supuestamente eficaz (Kirsch 2008).

Resulta necesario e irrenunciable integrar progresivamente el tratamiento psicológico priorizándolo como una opción de primera línea, ya sea con o sin psicofarmacología, ya que de ello dependerá la obtención de mejoras reales y sostenidas en el tiempo, además de suponer el gran reto de conseguir una nueva perspectiva en la reforma del modelo actual de Salud mental consiguiendo intervenciones efectivas, eficaces y eficientes.

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